Hace un tiempo que empecé a observarme en los momentos en los que comienzo a extrañar, y también en esos otros momentos en los que, curiosamente, no lo hago, aunque "debería". Las preguntas de mi entorno me hicieron dudar de mis propios sentimientos y de lo que se espera que sienta. Pero en mi búsqueda de ser auténtica, decidí quedarme con la respuesta que sentía, aunque no coincidiera con lo esperado, y eso me permitió reflexionar. ¿Cuándo extraño? ¿Cuándo me angustio? ¿Qué es lo que realmente extraño? ¿Y por qué?
Al igual que cada paso que damos y cada persona que conocemos nos refleja de alguna manera, también lo hace el sentimiento de extrañar. Me di cuenta de que, detrás de ese sentimiento, hay una herramienta poderosa que refleja mis necesidades. Con el tiempo, veo cómo muchas personas añoran su infancia: el juego, el club, el deporte, los lugares que solían visitar. De a poco, todos vuelven a esos lugares donde alguna vez fueron felices.
La memoria tiene su magia, o tal vez fallos, donde todo lo positivo parece sobredimensionarse y los detalles menos agradables quedan en un rincón. Pero, ¿qué es lo que realmente extrañamos? ¿Los lugares, las personas o lo que sentíamos? ¿El juego, la imaginación, la libertad, el tiempo, la protección, nuestra esencia, la espontaneidad, la magia? Me pregunto si esa añoranza se sentiría igual si algo de todo eso aún estuviera presente. Me cuestiono por qué ese sentimiento cambia según la etapa de mi vida, según qué tan conectada o desconectada estoy de mí misma. Tal vez, lo que realmente añoramos no es tanto la infancia, sino el regreso a nosotros mismos.
Cuando encuentro sentido a mi vida, el extrañar no me controla. Extrañar se convierte en una sensación más suave, casi como un homenaje a todo lo que me ha formado. Así, el extrañar cambia según mi estado interior, como todo lo demás.
Por eso, creo que extrañar no es solo una emoción relacionada con la ausencia, sino un reflejo de mis necesidades, heridas y deseos. Quizás aún me falte algo en esta reflexión, pero por lo pronto ya no me siento mal por no extrañar. Tal vez necesite conectar más con mis emociones, o tal vez esté conectando más con mis deseos, y no sea necesario extrañar para recordarlo. O quizás simplemente no tenga tiempo para ello, ¡quién sabe! Lo único que sé con certeza es que quiero usar cada herramienta que encuentre en el camino para hacer de mi vida una obra de arte. No creo en nada menos para honrar la vida. Nada menos para la evolución de mi alma.