Vivimos un tiempo en el que la inteligencia artificial puede hacerlo todo: más rápido, más preciso, más eficiente. Analiza datos, compara, predice. Crea libros, poesía, imágenes, música… pero hay algo que jamás podrá hacer: sentir.
La IA no tiene alma, y nunca la tendrá. No sabe lo que es animarse a hacer algo por primera vez, ni lo que tiembla el cuerpo antes de un beso, ni cómo suena un pájaro cuando amanece, ni qué se siente al mirarse a los ojos.
Por eso, el verdadero desafío no es competir con ella, sino recordar lo que significa ser humano.
La era industrial terminó. La era de la humanidad comenzó. Y educar a niños para ser eficientes en un mundo que ya no necesita eficiencia humana, solo hará que perdamos la batalla, y lo que es peor, que los perdamos a ellos.
Necesitamos una educación que abrace la tecnología, sí, pero sin rendirse ante ella. Que enseñe a usar la IA sin dejar que la IA nos use a nosotros. Que nos forme para coexistir con las máquinas sin convertirnos en una de ellas.
La nueva alfabetización no será solo digital. Será emocional, ética y espiritual. Tendremos que enseñarles a los niños a pensar con la cabeza, pero también con el corazón. A detenerse, a sentir, a observar, a preguntarse por qué. Porque el futuro no se construye solo con datos, sino con sentido, con propósito.
La energía femenina, la de la madre, la que cuida, la que escucha, la que abraza, tiene que volver a habitar la escuela. Esa energía que no corre, que no mide, que no exige resultados, sino que acompaña procesos. La madre que sostiene, nutre y da espacio para que algo crezca.
Quizás el acto más revolucionario en la educación de hoy no sea avanzar más rápido, sino aprender a detenernos. Mirarnos a los ojos. Recordar quiénes somos. Y desde ahí, enseñar a las nuevas generaciones a usar la inteligencia artificial con inteligencia humana.
Tal vez el futuro no nos pida correr más rápido, sino recordar más profundo. Recordar quiénes somos, qué sentimos, qué nos une.
Porque quizás, la educación no se trate de preparar para el mañana, sino de humanizar el presente.
Te invito a escuchar el episodio de mi podcast en Spotify: "La era de la humanidad"
