19/05/2025 às 16:17

Entre la fuerza y la rendición

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Siempre creí, con la fuerza de una certeza inquebrantable, que cuando uno quiere algo con todo su ser, puede lograrlo. Que la mente tiene el poder de transformar, que el deseo y la intención son suficientes para mover el mundo. Y de alguna forma, así lo sigo creyendo. Pero también entendí que pensar que todo se reduce al pensamiento o la voluntad puede ser una forma disfrazada de ego. Una trampa sutil: creer que si algo no sucede es porque no lo deseamos lo suficiente, o no lo hicimos bien. Comprendí que este mundo no solo se trata de voluntades: se trata de lecciones. Y las lecciones del alma no tienen razón ni lógica. Aceptarlo está por encima de cualquier manifestación.

Y entonces llega la lección de la entrega: cuando hiciste todo lo que podías, pusiste el corazón, el cuerpo, la mente, y aun así no resultó. Ahí aparece la humildad, no como derrota, sino como acceso a otra verdad. Es nada más ni nada menos que rendirme. Rendirme es el regalo más grande que la vida me enseñó. No es dejar de creer, no es dejar de intentar: es rendirse. Rendirse es confiar en que hay algo más grande, más sabio, que guía el proceso. Que no siempre entendemos con la mente, pero que podemos sentir en el silencio.

Me siento extraña escribiendo esto. No concuerda con nada de lo que haya escrito antes, pero la contradicción, al contrario de lo que muchos puedan pensar, es de lo más sano y necesario que encontré en mi evolución. Hay momentos en los que el alma aprende a través del quiebre de las certezas, y es ahí donde lo ilógico se vuelve el verdadero maestro.

No se trata de dejar de intentar o de dejar de creer. Se trata de soltar el control de cómo, cuándo y por qué suceden las cosas. Aprender a leer los “no” como parte del tejido sagrado y confiar en el tiempo, en Dios, o en lo que creas. A veces, lo que no está sucediendo es justamente lo que te está transformando.

No sé muy bien dónde está el equilibrio. No puedo dejar de ser yo, ni quiero serlo. No puedo evitar mi fuerza, mis convicciones ni la vida que deseo crear, y así voy a moverme siempre. Pero también aprendo, siempre aprendo, que soy una sola gota de agua en el mar, sostenida por una energía maravillosa que permite que todo sea. Y rendirme, entonces, es entregarme al mar. A su movimiento, a su fuerza, a su voluntad. Es dejar de resistirme a la corriente para dejarme llevar, con confianza, por algo más grande que yo. Contrariamente a lo que en algún momento sentí, hoy me entrego a esa voluntad con calma, convicción, confianza y fe. Soltar el control no es perder, es descansar. Es volver a ser parte del todo. Aceptar las lecciones de mi alma y abrazar la búsqueda infinita de poder ser, más allá de mis circunstancias. Una infinita danza entre la voluntad y la rendición.

"Cuando ya no hay nada que hacer, solo queda ser." —Ramana Maharshi

19 Mai 2025

Entre la fuerza y la rendición

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